Durante los últimos años hemos asistido al desarrollo de diferentes plataformas en Internet que se han convertido en habituales en nuestro día a día. Su posicionamiento como intermediarios culturales, en nuestra sociedad, ha sido clave a la hora de desarrollar modelos de negocio que tienden hacia posiciones dominantes en una economía cada vez más basada en los datos e interacciones.
El futuro de nuestra economía y sociedad está íntimamente relacionado con un modelo de organización tecno-social que parece encajar perfectamente con las necesidades que plantea la avalancha de datos: son recolectados a través de dispositivos, sensores, ecosistemas, infraestructuras y conexiones de todo tipo.
Durante el 27 y 28 de septiembre tuvo lugar en La Haya (Holanda) la escuela de verano del Joint Institute for Innovation Policies (JIIP), una alianza de centros tecnológicos europeos en la que TECNALIA participa junto a Joanneum Research, TNO y VTT. Tuve la oportunidad de participar con una presentación titulada “Algorithmic Culture & Maker Culture; Breaches & Bridges in the Platform Economy”. Exploré el papel de dos culturas aparentemente opuestas, cada vez más presentes en una sociedad más mediatizada digitalmente, por entornos digitales y que dirigen buena parte de nuestras interacciones sociales.
Repasé buena parte de la literatura existente en torno a las plataformas digitales: Google, Facebook o Microsoft se han convertido en “habituales” en nuestro día a día. Enuncié cómo se han revelado en empresas que ejercen una posición dominante en diferentes mercados, cómo se han pronunciado en un tiempo récord como intermediarios culturales en nuestra sociedad y cómo están invirtiendo buena parte de sus recursos en convertirse en compañías enfocadas a la inteligencia artificial (ya sea en diferentes aplicaciones como los coches autónomos, los asistentes personales o las transacciones financieras automatizadas).
Muchos deducen que el futuro depende de abrazar una economía limpia basada en los datos y abandonar el petróleo. Esta afirmación encierra mitos, problemas y retos que actualmente afrontamos como una sociedad que no es capaz de favorecer una transición socio-económica sostenible hacia un modelo post-industrial.
La comparación entre datos y petróleo como combustible principal de las actividades económicas es errónea. El petróleo produce economías de escala, ya que una pequeña cantidad de este producto permite impactos diversos como la generación de pequeños negocios. Por ejemplo, un conductor de un transporte motorizado puede desarrollar sus actividades a partir de una pequeña cantidad del oro negro. Sin embargo, es necesario acceder o generar a grandes cantidades de datos, para que estos puedan ser monetizados. En este sentido, los cinco grandes parten con una gran ventaja.
Por otro lado, la economía basada en los datos todavía tiene que demostrar que es “limpia”. Hasta el momento no está nada claro. A pesar de algún esfuerzo reseñable, la realidad es que muchos de los centros de datos de estas plataformas todavía poseen una dependencia de combustibles fósiles considerable, al igual que otros actores relacionados. Además, si decidimos analizar el impacto de los dispositivos móviles en el medio ambiente, puede que nos llevemos las manos a la cabeza por los problemas geopolíticos que crean las materias primas involucradas en su fabricación, la falta de transparencia de las condiciones laborales que sufren millones de personas que los hacen posibles y la falta de políticas de reciclaje adecuadas.
Por último, las actividades que alientan estas plataformas y tratan de valorizar deberían de examinarse más detenidamente. Podríamos indicar el impacto en nuestras ciudades de Uber y AirBnB va mucho más allá de sus centros de datos.
Las posiciones dominantes que ejercen estas plataformas en diferentes sectores les permiten recibir grandes dosis de financiación que luego reinvierten en diferentes líneas de I+D, nuevas startups o nuevas alianzas en negocios emergentes. Estos nuevos actores de la economía digital son acumuladores natos de capital debido a que no disponen de grandes factorías a las que las empresas tradicionales nos tienen acostumbrados, carecen de grandes plantillas (el núcleo son pequeños grupos de trabajadores altamente especializados y remunerados) y además destacan por su capacidad de evadir impuestos.
Todos estos factores han hecho posible que hablemos ya de una “economía de las plataformas” para referirnos a este tipo de compañías que mediatizan buena parte de nuestras interacciones y que tienen la capacidad de monetizar dichos procesos, sin asumir los costes operativos que una empresa tradicional debe soportar. Así es necesario adoptar una posición crítica en torno al impacto de estas nuevas formas de organizacióntecno-social. En esta transición en la que estamos inmersos estas plataformas pueden estar desarrollando incluso más poder que aquellos propietarios de las factorías que lideraron la primera revolución industrial. Asistimos a un periodo lleno de oportunidades de crecimiento económico pero también de convulsiones políticas y dramáticas transformaciones sociales.
Ahora es el momento de analizar y diseccionar este fenómeno para que podamos realizar las decisiones adecuadas. Está en juego el futuro de la economía de los datos europea que puede estar ya a merced de estas plataformas, en su mayoría asentadas legalmente en un pequeño y famoso valle californiano.