La Seguridad, con mayúscula, es un término que últimamente está en boca de todos. Nuestros dirigentes buscan la seguridad en las fronteras, la policía debe garantizar la seguridad frente al terrorismo; existe un Consejo de Seguridad Nuclear, etc. El diccionario de la RAE también expone algunos adjetivos y de esta forma, obtenemos “seguridad alimentaria” , “seguridad jurídica”; contamos también con nombres compuestos con el vocablo seguridad, por ej. “distancia de seguridad” , “medidas de seguridad”, entre otros.
Existen más condicionantes, tales como la ubicación, la actividad o el riesgo y de ahí surgen términos como “seguridad en la carretera” , “seguridad frente a incendio” y muchos otros que tenemos interiorizados y asociamos al bienestar o buen hacer.
Y sin embargo, entre tanto epíteto y forma compuesta no encontramos la expresión más adecuada para referirnos a la seguridad en la vivienda, que es, a buen seguro, la sensación que todos percibimos más cercana, más primitiva, la posibilidad de gozar de la intimidad de nuestro hogar sin miedo a que ningún agente la perturbe; de hecho, lo contrario de la seguridad es la inseguridad, aunque esa inseguridad es realmente riesgo, y el riesgo, inevitablemente, produce miedo.
A primera vista, no resulta muy agradable imaginar los términos miedo y hogar en una misma oración. Sin embargo, me atrevería a afirmar que las víctimas de los 83.112 robos con fuerza en domicilios registrados en el territorio nacional durante el año pasado (balance de criminalidad del Ministerio del Interior) comparten esa sensación de miedo en su casa, en su hogar; miedo a volver a perder sus bienes desde luego, pero especialmente, y más importante aún, miedo por sus familias.
Ante esta cifra tan escalofriante, la pregunta surge de forma automática ¿Qué hacer? Existen diferentes medidas políticas, sociales, policiales, etc. que pueden y deben tomarse, pero dejemos que sean otros los que se ocupen de ellas y centrémonos en nosotros mismos como usuarios, como víctimas potenciales que somos de un asalto a nuestro bien más preciado, a nuestro hogar.
¿Cuál es la reacción más común de estas más de 83.000 víctimas de un robo en sus domicilios? Dado que en la gran mayoría de los casos, el acceso a la vivienda se produce por la puerta, su primera reacción parece ser, bien reforzar la puerta y sus accesorios, siempre y cuando el destrozo causado lo permita, o bien, sustituirla por completo acudiendo para ello, a establecimientos de diversa índole, desde grandes almacenes o centros de bricolaje hasta tiendas especializadas; incluso cuando acudimos a estos últimos, por cercanía o por la confianza que nos inspiran, no siempre disponen de información imparcial y demostrable sobre la mejor inversión en seguridad y, terminamos confiando en su buena fe, más que en datos objetivos.
Y es normal ¡muy normal! Después de un robo, todos nos sentimos vulnerables; este miedo que venimos mencionando es un sentimiento difícil de gestionar, difícil de cuantificar y por lo tanto, resulta más difícil todavía poner precio a la tranquilidad que teníamos antes de ser víctimas de un robo en nuestra propia casa. Buscamos recuperar la paz, a cualquier precio, incluso en el sentido literal de la expresión y a menudo caemos en la tentación de comprar la puerta más cara que nos podemos permitir, con la esperanza de que resulte más segura que otra, de un precio inferior, por el simple hecho de haber costado más. Y sin embargo, como ocurre a menudo, el precio no siempre está directamente relacionado con la calidad, entendida en este caso como nivel de seguridad de una puerta.
En el contexto de las puertas de entrada a vivienda, el término nivel de seguridad no es una más de tantas expresiones que nos inundan, sino que es un concepto medible, objetivo. Permite al usuario en primer lugar, identificar sus necesidades de seguridad en función de distintas variables como son el tipo de vivienda, su ubicación, la posibilidad de incorporar otros elementos de seguridad, etc. Y en segundo, establecer un criterio técnico sencillo para evaluar las características reales de una puerta, más allá del aspecto estético o creencias falsas más o menos extendidas, por ejemplo, la idea de que una puerta es más segura si tiene más puntos de cierre.
Este nivel de seguridad se puede medir de distintas formas; algunas de las más habituales en España son las normas siguientes:
- UNE-EN 1627:2011: resistencia a la efracción de puertas, ventanas, persianas y rejas. Esta norma establece 6 niveles, del 1 al 6, en orden creciente de seguridad.
- UNE 85160:2013: puertas y herrajes de seguridad. Esta norma complementa a la anterior y también caracteriza distintos aspectos de seguridad, clasificándolos también en orden creciente.
El laboratorio de Seguridad Estructural de Servicios Tecnológicos de TECNALIA lleva muchos años colaborando de forma muy activa con las autoridades competentes y las entidades de normalización y de certificación; liderando también las iniciativas que surgen en este campo, de hecho, es el único laboratorio en el territorio nacional acreditado por ENAC para llevar a cabo los ensayos para la clasificación de las puertas según las dos normas citadas.
La actividad acreditada consiste en la realización de distintos ensayos entre los cuales destacaría los ensayos de ataque manual, que consisten en intentar abrir la puerta dentro de un tiempo determinado con una serie de herramientas; estos conjuntos de herramientas vienen establecidos en las normas citadas y en cierto modo, pretenden reproducir los modus operandi más habituales registrados por las autoridades policiales.
No pretendemos establecer un ranking de puertas más o menos seguras. Esa labor la realizan ya los responsables de marketing de las empresas fabricantes de puertas. Tampoco aspiramos a “educar” al usuario sobre las bondades de los ensayos y la labor del laboratorio.
Lo que realmente es importante, y en lo que pretendemos incidir es en que como usuarios tomemos conciencia de la importancia de la clasificación de una puerta en cuanto a su nivel de seguridad, en términos numéricos, y de la autenticidad de ese valor, es decir, que la clasificación declarada por un fabricante tenga el respaldo de un laboratorio acreditado.
La puerta de entrada a nuestro hogar debe protegernos de los malhechores y para ello, debemos ser responsables y exigir garantía e imparcialidad. La tranquilidad de los nuestros, ¡bien merece ese esfuerzo!