La cantidad de información que queda registrada en cada momento del día es tan importante que resulta imposible de calcular. Se estima que, si solamente la generada durante un año se quisiera anotar en papel, se necesitarían 4.500 pilas de libros que llegarían hasta el sol.
En cada lanzamiento espacial se transmiten más de 400.000 mensajes por segundo. Para que nos hagamos una idea de este orden de magnitud, si lo comparamos con las redes sociales, Twitter maneja algo menos de 8.000 tweets por segundo. Aunque siempre haya habido información por registrar, nunca hasta ahora se había hecho uso de esta posibilidad de una manera tan exhaustiva.
Un simple paseo puede llegar a convertirse en varias cadenas de datos que representan tiempos, coordenadas, velocidades, distancias, latidos de corazón, temperaturas interiores y exteriores. ¡Si supusiéramos como correcta la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, podríamos decir con ella, que hoy en día la “función de onda queda colapsada” en todo tiempo y lugar!
Gestionar toda esta información supone un reto, más aun cuando hay que tener en cuenta que cada dato que se toma nunca puede considerarse como un “numero seco” sino que permite múltiples interpretaciones: el mismo bit registrado en el termostato de un edificio podría servir para conocer aspectos del confort óptimo de las estancias, para diseñar el material más eficaz a la hora de construir las envolventes, o para elaborar con un poco más de detalle los modelos que intentan predecir la magnitud del cambio climático…
La cantidad de datos es tan importante que la mente humana apenas puede alcanzarla, por lo que desarrolla complejas máquinas que implementan algoritmos capaces de comprenderla e interpretarla (ya que la nube no solamente es almacén, sino que también es cerebro).
Un motor de búsqueda, por ejemplo, es capaz de ofrecer multitud de respuestas a preguntas concretas, y en un tiempo inmediato (después de haber consultado toda la información que relacionada con la pregunta, y después de haberla ordenado en función de la importancia dada por los millones de consultas que se realizaron con anterioridad por el resto de usuarios).
Cada consulta que se realiza además deja un rastro que le servirá después al algoritmo para responder a la siguiente pregunta. Si realmente la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica es correcta, tenemos también que admitir con ella que “nunca podremos medir, sin al mismo tiempo ser medidos”.
Toda esta cantidad de información además puede ser accedida de manera inmediata por cualquiera de nuestros pequeños dispositivos electrónicos de bolsillo. En cada chaqueta, sin pensar en ello, llevamos a diario un pequeño agujero de gusano que es capaz de conectarnos de con cada lugar del planeta, de comunicarnos con cada persona y con la cual consultar sobre cada tema. Y esto último es importante ya que por ejempplo Bobby Fischer tuvo que aprender ruso para poder comprender el Ajedrez contra el que se enfrentaba: entonces no se disponía de la capacidad para el acceso a la información con la que contamos ahora.
Si antes teníamos que adaptarnos por completo a los formatos y horarios establecidos por los cursos, hoy se puede elegir entre una carta casi infinita de posibilidades y en cualquier momento del día. ¿Quién no es capaz de aprender a cocinar, durante el trayecto que le lleva en coche entre el punto A y su casa, ese plato que tiene pensado hacer una vez llegue gracias a un “podcast” que tenía almacenado?