Vivimos en un mundo de datos, de Big Data, cantidades ingentes que crecen de manera exponencial, lo que dificulta nuestra capacidad para entender de cuántos datos estamos hablando. Solo en 2016 se estima que el tráfico de Internet alcanzará los 1.3 zettabytes de datos según un estudio de Cisco, es decir, 10 a la potencia de 21 bytes o un millón de millones de gigabytes. Y esto son solo los que viajaran por Internet.
¿Pero de dónde vienen todos estos datos? Esta explosión es fruto, por una parte, de la digitalización del mundo físico, sobre todo impulsada por la ubiquidad de los móviles y el crecimiento exponencial de todo tipo de sensores, muchos de ellos, de lo que se denomina Internet de las Cosas o IoT, de manera que nuestras acciones en el mundo físico tienen un reflejo digital (e.g. sensores de tráfico, transacciones de compras con tarjeta de crédito, etc...).
Por otra parte, también son resultado de la cada vez más intensa actividad en el mundo digital, fomentada por la adopción masiva de smartphones conectados a Internet, con miles de aplicaciones móviles que dejan una huella digital como resultado de su uso.
Aunque parte de estos datos son datos generados por actividad sin vinculación directa a la actividad humana (e.g. aceleradores de partículas, telescopios espaciales, mediciones del medioambiente, etc….), una parte importante de estos datos son generados como resultado de nuestra actividad, la de cada uno de nosotros.
De manera que, por primera vez en la historia de la humanidad desde que existimos como especie, somos capaces de medir el comportamiento humano a gran escala, impulsando el nacimiento de una nueva disciplina: las ciencias sociales computacionales. Dónde vamos, qué consumimos, quiénes son nuestros amigos, cuánto dinero gastamos y en qué. Son algunos de los aspectos de nuestro comportamiento que tienen un reflejo digital y por tanto, son susceptibles de ser modelados computacionalmente. Estos modelos permiten personalizar nuestra interacción con la tecnología o con servicios concretos. Gracias a técnicas de personalización entrenadas a partir de nuestros datos recibimos recomendaciones de películas relevantes en Netflix, libros potencialmente interesantes en Amazon, cupones de descuento para compras en nuestro supermercado favorito, anuncios y banners en Facebook o Google, etc…
Sin duda, el potencial de impacto de Big Data en el negocio es claro. Según un informe reciente de Accenture llamado “Gran éxito con grandes datos”, los investigadores encontraron que un 89% de los participantes en la encuesta que han implementado un proyecto que utiliza Big Data en el negocio, creen que Big Data cambiará, revolucionará las operaciones del negocio y un 85% cree que Big Data modificará dramáticamente la forma de hacer los negocios. La medicina, la banca, el periodismo, el comercio, el transporte, la producción industrial, la agricultura, el deporte, la ciencia…son algunas de las disciplinas que sin duda ya están aprovechando el Big Data. La firma de investigación de mercado IDC predice un 50% de aumento en los ingresos de la venta de software, hardware y servicios relacionados con el Big Data y el análisis de datos entre el 2015 y el 2019, alcanzando los 189 miles de millones de USD en 2019. Pero hay una oportunidad del Big Data mucho menos conocida a pesar de su inmenso potencial: el Big Data para el Bien Social.
La existencia de datos de comportamiento humano a gran escala, datos anonimizados (es decir preservando la privacidad de las personas) y agregados (es decir, analizados en su conjunto, no individualmente) nos permiten, por primera vez desde que existimos como especie, modelar y medir migraciones, cuantificar el impacto de desastres naturales y ayudar en la toma de decisiones a gobiernos e instituciones relevantes, anticipar la progresión de pandemias o determinar automáticamente el desarrollo socio-económico de una región.
Los datos están presentes en los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por Naciones Unidas a finales del 2015, tanto para permitir medir el progreso hacia la consecución de dichos objetivos como para conseguirlos.
Desde el año 2008 estamos trabajando en Telefónica I+D en proyectos de investigación dentro de esta área, en colaboración con instituciones como Naciones Unidas, el Gobierno de México, el Programa de Alimentos Mundial, MIT, FBK y Data Pop Alliance. Hemos validado el valor de datos capturados por la red de telefonía móvil para detectar las zonas más afectadas por una inundación para cuantificar el impacto de intervenciones gubernamentales ante un riesgo de pandemia, para inferir niveles socio-económicos de una región o para predecir crímenes en la zona metropolitana de Londres, proyecto ganador del Datathon para el Bien Social organizado por Telefónica en colaboración con MIT, la Campus Party de Londres y el Open Data Institute en 2013.
Afortunadamente, no somos los únicos. Orange ha lanzado durante dos años un reto mundial para el análisis de datos de móviles con fines humanitarios llamado “Datos para el Desarrollo” o D4D que ha dado acceso a datos agregados y anonimizados desde la Costa de Marfil y Senegal a decenas de grupos de investigación a nivel mundial. El resultado han sido numerosos proyectos donde se ha utilizado Big Data para entender el transporte y las ciudades, mejorar las estadísticas oficiales, contribuir a la salud pública, identificar patrones relevantes entre el comportamiento humano y los desastres naturales, las necesidades energéticas o la agricultura, entre otros.
Telecom Italia también ha organizado un reto mundial de Análisis de Datos con más de 1000 participantes de 20 países diferentes. Presentaron más de 100 ideas innovadoras que utilizaban Big Data para varios fines, incluyendo fines sociales.
A nivel institucional, además de distintas unidades dentro de United Nations (en particular, United Nations Global Pulse y UNICEF, con quienes colaboramos), cabe destacar el trabajo de Flowminder, una organización sin ánimo de lucro, basada en Estocolmo (Suecia), que lleva desde 2008 trabajando en la mejora de la salud pública y el bienestar en países con niveles socioeconómicos medios y bajos a través del análisis de datos móviles agregados y anonimizados, datos de satélites y datos del censo.
El potencial de estos datos para mejorar el mundo es inmenso. Aunque estamos en los comienzos de esta revolución, es una revolución sin duda necesaria e importante. ¿Cómo podemos contribuir cada uno de nosotros a ayudar a llevar a cabo este potencial?
Cuando pensamos en Big Data, les animo a pensar no solo en una oportunidad de negocio, sino también en su valor para mejorar el mundo. Es sin duda lo que me motiva a investigar y a trabajar en este apasionante campo. Y, ¿a usted?