Además del esfuerzo que se está haciendo por limitar el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 2 ºC, respecto a la era preindustrial, gracias al compromiso internacional adquirido en la Cumbre de Paris, COP21, es necesario adaptarnos a los efectos que actualmente estamos viviendo.
Se esperan impactos relevantes en la CAPV en distintos sectores clave. En los recursos hídricos habrá una disminución de las aportaciones del orden del 11% a nivel estatal, la cual interactúa con el sector agrario en el que se producirá un impacto positivo cuando las plantas crezcan simultáneamente a elevado CO2 y con sequía, ya que tendrán mejor eficiencia en el uso del agua. Habrá cultivos que incrementen su rendimiento como son el trigo de invierno y la vid. En el sector forestal se estima que se efectúe un desplazamiento hacia el norte de Europa del roble, del haya y del pino de Monterrey o de California. En el campo de la salud las inundaciones abarcarán más superficie, y las olas de calor serán más frecuentes y más severas. Esto afectará directamente a la población expuesta. Respecto a los humedales costeros y marismas, entre otros, su superficie se verá reducida debido a la subida del nivel del mar, aunque podrían migrar hacia el interior, en las localidades que no presenten barreras físicas.
Somos conscientes de los efectos que estamos padeciendo actualmente. Las inundaciones que sufrimos y las variaciones de temperatura a lo largo de las estaciones hacen que la adaptación sea clave. No obstante, no es necesario pensar en soluciones complejas y costosas. Basta con mirar en detalle cómo funciona la naturaleza y emular sus funciones en entornos artificializados a través del impulso de soluciones basadas en la naturaleza y mantener los servicios de los ecosistemas con los que ya contamos. Estas medidas, en comparación con las convencionales, tienen múltiples beneficios; resiliencia, capacidad de adaptarse ante los cambios, un bajo coste de mantenimiento y además, proporcionan beneficios ambientales y socio-económicos, como la recreación y la salud.
Para una correcta planificación de la adaptación y el impulso de las soluciones es imprescindible incrementar el conocimiento del problema al que nos enfrentamos; inundaciones y/o aumento de olas de calor, el conocimiento del sistema en el que actuamos, qué es vulnerable y qué remedios puede incorporar...
Tanto si nos centramos en un sector en concreto como el de la salud, como si analizamos una zona urbana en su conjunto debemos desglosar afecciones en la población, en el medio construido etc. Además es necesario examinar cuál es el potencial, en qué mejoran la situación del sistema esas soluciones específicas y qué beneficios nos aporta, detallando cuánto puede llegar a reducir la magnitud del impacto; si nos protege solo de una amenaza o de varias, gracias a su efecto en la escorrentía y en la temperatura etc.
Parte del camino con destino a la adaptación al cambio climático está recorrido y es gracias a que afortunadamente estamos apostando por la protección del medio ambiente. Tal vez falte darle un impulso a las resoluciones basadas en la naturaleza en las ciudades y municipios, de forma que los servicios y funciones que provean, ayuden en la regulación de las mismas.
¿No consideráis, por tanto, apostar por incrementar la resiliencia y la capacidad de respuesta de las ciudades y municipios, a través de las soluciones basadas en la naturaleza para sufrir menos cuando tengamos inundaciones y olas de calor?