El futuro es de las ciudades, al menos desde una perspectiva global. Es indudable el rol creciente de las ciudades como agentes económicos de primer orden, llamadas a ser el escenario principal para un desarrollo sostenible. Ahora bien, desde una perspectiva más local e inmediata, la pregunta que nos hacemos es cómo ser una ciudad con futuro. Un futuro para los ciudadanos en términos de calidad de vida, sostenibilidad social, medioambiental y oportunidades socioeconómicas.
Y la respuesta pasa por hacer de la ciudad un espacio de innovación permanente. Sólo la innovación puede asegurar la sostenibilidad a largo plazo y dar respuesta, además, a los retos de desarrollo social y económico en la escala urbana. En este sentido, vamos a señalar tres ingredientes que, con mayor o menor intensidad, encontramos en esas ciudades con futuro de referencia.
Las ciudades con futuro promueven un crecimiento inteligente basado en la innovación abierta y colaborativa.
Desarrollan y explotan su capacidad para conectar personas, sectores, empresas y mercados en su entorno y, hacia el exterior. Primero, lo hacen impulsando una especialización (mediante procesos de clusterización urbana, por ejemplo) para concentrar recursos, adquirir masas críticas de conocimiento y lograr una posición de relevancia en las redes globales. Y en segundo lugar generando y sosteniendo redes de colaboración, en distintos círculos y con múltiples actores privados y públicos.
Ricardo Hausmann nos dice que la ventaja competitiva que hoy marca las diferencias de prosperidad es la habilidad para tratar la complejidad. Y, precisamente, las ciudades son extraordinarios motores de complejidad. La diversidad y densidad del espacio urbano facilita las interacciones a niveles que no son posibles en otros lugares. También Richard Florida ha señalado las ventajas diferenciales que tiene el territorio urbano para emprender nuevas actividades empresariales de carácter innovador.
El entendimiento de la ciudad como catalizador de creación económica basada en la innovación pasa por ampliar nuestra concepción de las infraestructuras urbanas para incorporar también las denominadas infraestructuras del conocimiento. Son el armazón que sustenta la colaboración articulada de la red de instituciones, empresas tractoras, emprendedores, centros de investigación y tecnología del territorio, es decir, de su sistema de innovación.
Las ciudades con futuro aprovechan los propios proyectos estratégicos y de desarrollo local urbano como oportunidad para generar espacios de experimentación y demostración al servicio de la industria y con la participación del ciudadano.
Hoy, la innovación es abierta y transversal. Requiere de una diversidad de agentes y aproximaciones y surge, con frecuencia, de la colaboración intersectorial entre entidades de naturaleza diversa: empresas, centros de conocimiento, asociaciones, instituciones... y, también de usuarios y ciudadanos. La innovación centrada en el ciudadano abre el camino para interpretar la ciudad como espacio de experimentación y “living lab”.
Los proyectos de desarrollo urbano tienen un potencial extraordinario como laboratorios donde desarrollar soluciones eco-tecnológicas. Son espacios de experimentación y demostración al servicio de la innovación en productos, servicios y soluciones. Asistimos al despliegue de una amplia variedad de nuevos productos, servicios y soluciones para la eficiencia energética; para incorporar generación distribuida de fuentes renovables en los edificios; para procurar una gestión del agua eficiente; para la movilidad urbana; para mejorar las condiciones de habitabilidad etc.
Se trata de utilizar los proyectos de ciudad para estimular la actividad económica local e incorporar, al mismo tiempo, innovación tecnológica al desarrollo urbano estratégico. Las soluciones urbanas sostenibles constituyen, en efecto, la base de una nueva industria con un mercado global creciente y que ofrece oportunidades de renovación para el tejido económico local vinculado a la ciudad.
Las ciudades con futuro desarrollan un liderazgo institucional fuerte y compartido, orientado a hacer de la ciudad un catalizador de innovación.
Y lo hacen generando una visión compartida del futuro de la ciudad y un proyecto genuino, adaptado a la realidad local, aun con sensibilidad global, afrontando retos globales desde esa escala local; un proyecto ambicioso y abierto a la participación colaborativa de empresas, entidades del conocimiento y ciudadanos.
Valga como ejemplo Copenhague con su visión de convertirse en la primera capital del mundo neutra en carbono en 2025, aplicando soluciones innovadoras en el transporte, los residuos y la energía. Un clúster en el sector de tecnologías limpias junto con una serie de plataformas de innovación en ámbitos como las redes eléctricas inteligentes y la eficiencia energética son los instrumentos público-privados que impulsan las acciones estratégicas.
Son el tipo de estructuras inteligentes de liderazgo, impulso y gestión que requiere un proyecto de esta naturaleza.