Estamos en la década de los elementos inteligentes. Aunque en arquitectura ya se hablara de edificios inteligentes desde los 90 es ahora cuando trabajamos para conseguir ciudades inteligentes, teléfonos inteligentes, redes eléctricas inteligentes y contadores inteligentes. La palabra “smart” se ha convertido en el paradigma de la década aunque no todos los desarrollos inteligentes son igual de afortunados. La inteligencia es un compendio de sensores, comunicaciones y decisiones automatizadas. Los algoritmos de decisión son definidos por las personas... por lo que todo lo “inteligente de la solución” depende de las cabezas pensantes.
Los contadores eléctricos inteligentes, los equipos que utiliza la compañía eléctrica para facturar la energía, son el primer paso en la dotación de inteligencia a las redes eléctricas. Al existir obligatoriamente un contador por cada usuario (sea particular o empresa), es el elemento de la red eléctrica que más cantidad de información sobre consumo energético genera. Además, representan el nexo de unión entre el usuario y la compañía eléctrica por lo que su desarrollo podría beneficiar a ambos.
La Unión Europea depende energéticamente de terceros países en el suministro de gas y petróleo y promueve políticas avanzadas para disminuir la contaminación producida por combustibles fósiles, por lo que reducir el consumo energético y aumentar la autonomía de la Unión son dos puntos clave. La Comisión Europea entiende que para lograr esos objetivos hay que involucrar al usuario en el consumo eficiente de la energía. Por otro lado, el consumidor medio percibe que el uso eficiente de dicha energía debería repercutir en una bajada de su factura. Las buenas intenciones tienen que coexistir con el entorno energético anterior, donde ya existen intereses empresariales y donde la percepción del consumidor del coste de la energía no coincide con el coste real, ya que no en todos los países europeos existen las mismas regulaciones y subvenciones.
¿Qué aportan los contadores inteligentes a nuestra vida?
Los contadores inteligentes son capaces de recopilar datos del consumo desglosados por periodos de 15 minutos; son capaces de transmitir eventos o alarmas; permiten facturaciones basadas en tramos horarios; pueden ser activados o desactivados a distancia… En definitiva, múltiples funcionalidades basadas en exigencias de la Unión Europea sustentadas por regulaciones nacionales y aplicadas gracias a nuevas tecnologías.
Por desgracia, en Europa no ha habido acuerdo para desarrollar una tecnología única. Mientras en Reino Unido se opta por tecnologías inalámbricas ya maduras, la mayoría de los países de la Europa continental han optado por comunicaciones PLC (Power Line Communications) usando el cable eléctrico como medio de transmisión. La infraestructura para estas comunicaciones PLC ya existe por lo que, cuando el distribuidor es el dueño del contador, el coste de implantación es muy bajo. Ante esta gran oportunidad, en Europa, en lugar de desarrollar una tecnología común, han elaborado en paralelo cuatro tecnologías abiertas (PRIME, Meters & More, G3-PLC y OSGP) y otras cuantas propietarias. El esfuerzo ingenieril de tantas soluciones es muy interesante, pero resulta muy poco efectivo si se hacen varios desarrollos similares en paralelo. Esta variedad de tecnologías impacta en la velocidad de desarrollo de las mismas, impacta en el coste final de la solución y también, confunde al consumidor que se pierde entre tanta sigla.
El punto caliente con los contadores es el papel del consumidor. En Italia desde 2005 gracias al proyecto Telegestore la compañía eléctrica Enel logró un ahorro de 500 M€ al año gracias a la detección de pérdidas, al sustituir los contadores antiguos por contadores de telemedida. Teniendo en cuenta que el cambio costó 2.100M€, para la compañía eléctrica el beneficio es rápido, sin embargo el consumidor, que está sufragando parte de la inversión, aún no ha percibido ningún beneficio de los contadores inteligentes. Como diría un amigo, el contador más inteligente será aquel con el que ahorremos dinero.
¿Lograremos que los consumidores ahorren dinero gracias a un consumo más eficiente?
Esa es la gran pregunta que el consumidor quiere ver respondida. El ciudadano necesita saber que las inversiones potenciadas por las políticas europeas y nacionales le van a generar algún beneficio. Ceder datos propios a las compañías será asumible por el consumidor si eso implica recibir ofertas económicas adecuadas a su perfil. Conocer el perfil de consumo es interesante para el usuario si adaptar su consumo repercute en un ahorro. Recibir alarmas o eventos de sucesos de la red será interesante si esos eventos ayudan a gestionar o resolver problemas cotidianos con antelación.
Las grandes compañías eléctricas acaban de publicar páginas web para que los usuarios que ya cuenten con contadores inteligentes puedan conocer su consumo, pero aún queda camino por recorrer para que el uso de estos datos genere un beneficio tangible para el consumidor.
Sólo un consumidor informado, educado y consciente del beneficio llegará a realizar un consumo eficiente de la energía.