El año 2017 ha sido el mejor de la historia de la humanidad. Siento la provocación, pero en contra de la percepción de la inmensa mayoría de las personas, el mundo mejora cada año que pasa.
Más de uno se preguntará en qué fundamento tal afirmación. Intentaré justificarlo, aunque mi verdadero propósito es explicar las nefastas consecuencias de esta diferencia entre la percepción y la realidad, y provocar un cambio en el lector que le lleve a revisar sus expectativas de futuro.
La clave está en la velocidad. Las mejoras ocurren tan lentamente que no somos conscientes de que suceden. Los reveses, las desgracias, las destrucciones tienen un gran efecto instantáneo y planetario. Un accidente de avión con 200 pasajeros, que se precipita en los Alpes, abre los telediarios de todo el mundo, y ocupa las portadas de todos los periódicos.
En 2017 no ha habido un solo muerto en accidente aéreo en vuelos civiles de aeronaves de más de 14 pasajeros, a pesar de que ha sido el año con el mayor número de vuelos: en total, 35,6 millones. Miles de técnicos diseñando los aviones, fabricándolos, manteniéndolos, personas que los pilotan, los planifican, los controlan. Miles de profesionales que hacen la regulación y muchos más que la cumplen y la hacen cumplir. Tecnología punta al servicio de la humanidad que ha dado como resultado un logro colosal: que no haya ni un solo muerto entre los 5.000 millones de personas que han viajado en avión. ¿Cuántos telediarios y periódicos han comenzado con esta noticia?
Las personas manejamos mal el espacio temporal. Tendemos a pensar que dos noticias seguidas fijan una tendencia. Y, además, no tenemos marcos de referencia adecuados para poder conocer lo que ocurre más allá de la semana. Nuestra percepción se alimenta de mensajes en modalidad de fast food. Todo es inmediato, fugaz, efímero. Y, además, el 90 % de la información que nos llegan es negativa. Como resultado, construimos una percepción muy negativa. El mundo es un desastre y cada vez peor. Pero no es así.
Pido al lector que responda a esta pregunta: si analizamos el tanto por ciento de las personas viviendo en extrema pobreza ¿cree que ha aumentado, o ha disminuido? Los datos revelan que ha descendido del 94 % en 1820 al 11 % en 2015. Algo tan extraordinario no ha sido noticia. De hecho, el titular podría haber sido: “Ayer, el número de personas en extrema pobreza disminuyó en 130.000”. Y ese podría haber sido el titular de todos y cada uno de los días durante los últimos 20 años. ¡Increíble!
Hemos hablado de accidentes y pobreza, pero podemos hablar también de muertos por desastres naturales, donde los últimos cinco años han sido los mejores desde 1900. O de educación, donde el porcentaje de personas sin educación ha pasado del 50 % al 14 % en un siglo, en especial, en beneficio de las niñas. Las personas vacunadas contra las principales enfermedades han pasado del 2 % de la población mundial al 84 % en 50 años. La mortalidad infantil ha descendido del 40 % en 1920 al 4 % en 2015. O el incremento de personas viviendo en democracia, que llega ya al 56 %. El número de muertos por conflictos bélicos ha disminuido radicalmente en los últimos años. En definitiva, cuando miramos con escala temporal y planetaria la visión cambia completamente. Aunque la velocidad de cambio es impresionante no es lo suficientemente rápida para que salte a la actualidad.
Podría continuar con más datos como la evolución del PIB, el avance en África, la eliminación de pandemias, etc. pero invito al lector curioso que indague en los datos de Naciones Unidas o en el trabajo de la web OurWorldinData.org, que a partir de fuentes bien contrastadas nos ayuda a tener esta información.
El periodismo actual se focaliza en las noticias negativas trivializando el progreso real. Tenemos una visión negativa, descorazonadora del progreso. Para poder dar respuesta a los desafíos que seguimos teniendo es completamente necesario que tomemos conciencia de lo que hemos conseguido. Lo que nos da energía para seguir es la fe en que se puede conseguir. Para que una sociedad progrese debe creer que el progreso es posible. Ya nos lo advertía el filósofo Albert Schweitzer que nos inspiró con su visión.
Obviamente, contamos con grandes desafíos que requieren nuestra atención y trabajo: el cambio climático, el envejecimiento, los efectos de la globalización, la inestabilidad geoestratégica… Tenemos problemas extraordinarios, complejos. Por eso es importante asumir que el futuro depende de cada uno de nosotros, de nuestro trabajo, y que ese futuro mejor es posible. Desde distintas perspectivas aportamos a la mejora de ese futuro. En el caso de TECNALIA, desde la tecnología, desarrollando soluciones a los retos sociales que nuestras empresas, con las que colaboramos, llevan al mercado. Desde el convencimiento de que se puede lograr mejorar, y que merece la pena el esfuerzo. Sin trivializar tampoco los problemas debemos tener fe en el trabajo para el progreso.
Lo hacemos desde el convencimiento, nuevamente, de que 2018 será mejor que 2017 para el conjunto del planeta.