El concepto economía circular está cada vez más presente en los círculos y agendas políticas, científico-tecnológicas, empresariales y sociales tanto a nivel de Euskadi como a nivel europeo e internacional. Nos encontramos nuevamente ante un concepto con un profundo significado y, a la vez muy rimbombante.
Su desarrollo e implantación real puede ser una entelequia, al igual que ha ocurrido con otros grandes conceptos (p. ej. La Sostenibilidad, el Desarrollo Sostenible) que han perdido su significado y valor por su utilización masiva para todo tipo de iniciativas y denominaciones; si no somos capaces de superar las barreras principalmente generadas por conflictos de interés económico.
Pero, ¿qué es la economía circular? Es una nueva forma de entender y abordar la economía, basada en que los recursos son finitos, y que no podemos fundamentar nuestro desarrollo en esquilmar la naturaleza. En realidad, el fondo no es nada nuevo. Desde hace más de 20 años ya se empezaba a plantear la no sostenibilidad de nuestro modelo económico. De hecho, tenemos referencias de indicadores resultantes de la aplicación de metodologías y herramientas como la Huella Ecológica que, en sus primeras referencias allá por finales de los años 90s a través de estudios como los de Craig Simmons & Nicky Chambers, comenzaban a alertar de que necesitaríamos más de una tierra para poder dar respuesta a nuestra ansia de crecimiento insostenible.
Se trata de interiorizar que los residuos o mejor llamados subproductos, tanto sólidos, líquidos como gaseosos (emisiones) no son desperdicios de los que hay que deshacerse sino que en realidad son recursos que se pueden reutilizar, recuperar o valorizar; ya que contienen elementos valiosos en forma de materias primas, energía y/o agua que pueden ser aprovechados y reintroducidos a la cadena de consumo y/o de producción, evitando la extracción innecesaria de recursos naturales no renovables. No nos podemos permitir tirar a la basura recursos de los que se pueda obtener valor. Según datos de la Viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno Vasco en el País Vasco tiramos a la basura materiales por un valor de 47 millones de euros anuales; es decir lo equivalente a 1.500 empleos.
Para entender este reto como una verdadera oportunidad de creación de riqueza basada en un modelo sostenible que potencia el cierre de ciclos debemos interiorizar, por tanto, que no sólo se trata de reciclar los residuos; sino que se trata también de promover modelos de producción y consumo diferentes; la transición de una economía lineal a una economía circular.
Así lo revela un estudio publicado en junio por la Fundación Ellen MacArthur que aborda la mejora de la competitividad en Europa derivada de la transición a una economía circular, cuantificando claros beneficios económicos (1.800 millones de Euros para 2030), además de una revolución de la tecnología y el incremento del ingreso medio de las familias europeas en aproximadamente 3.000 Euros. Asimismo, muestra cómo la economía circular puede ser la base para encontrar soluciones innovadoras en tres de las áreas más consumidoras de recursos en Europa: la alimentación, la movilidad y el medio construido que representan alrededor del 60% de los gastos de un hogar europeo.
Tenemos ejemplos concreto llevados a cabo en el marco de proyectos de I+D+i de ámbito internacional donde centros tecnológicos, institutos de investigación y empresas colaboran buscando nuevas oportunidades de negocio a través de la obtención de valor a partir de residuos o subproductos, como así lo muestra el proyecto TRANSBIO; se han presentado oportunidades de desarrollos concretos que pueden apoyar la creación de nuevas bioeconomías basadas en tecnologías emergentes y sostenibles.
¿Qué más podemos hacer?
Los productos pueden tener una segunda vida, fabricarse con criterios de ecodiseño para facilitar su desmontaje y la reutilización y/o reciclaje de sus partes, aplicar la innovación en el diseño de nuevos productos y promover la eficiencia en los procesos de producción.
También se puede innovar en los modelos de negocio favoreciendo por ejemplo el servicio de los productos para alargar su vida útil, el negocio de los recambios de segunda mano y un largo etcétera.
En estos nuevos modelos de negocio, las iniciativas en economía social juegan un papel clave; favorecen el empleo de colectivos desfavorecidos socialmente y generan riqueza a nivel local. Disponemos de casos reales en nuestro entorno cercano como la empresa Koopera que promueve modelos de economía solidaria fomentando el desarrollo de oportunidades de negocio basadas en la economía circular.
Y ¿qué pasa con nuestro modelo de consumo y de vida? ¿Quién no desea tener el último modelo de móvil, televisión, coche,…? ¿Quién no se deja llevar por los aparatosos y coloridos envases de los productos que consumimos a diario? En definitiva, nuestro modo de consumo y de vida también tiene una influencia directa en el modelo que queramos fomentar. Por ello, la (in)formación y concienciación es otra de las claves para que nuestras conductas sean coherentes con un modelo de economía circular y, por qué no, constituyan palancas de cambio para hacer que las empresas transiten hacia modelos de producción más sostenibles, basados en criterios de eficiencia.
No podemos finalizar esta reflexión sin hacer una referencia al papel de la administración en la implantación de medidas e instrumentos que favorezcan estos modelos sostenibles de consumo y producción, y el desarrollo de iniciativas innovadoras de reutilización y reciclaje de los subproductos y residuos, tanto a nivel industrial como a nivel social; sin olvidar las fórmulas de penalización de aquellos modelos o conductas más insostenibles.
Contamos con una larga experiencia tanto en la medición de la sostenibilidad y circularidad de productos, procesos y sistemas a través del desarrollo y aplicación de herramientas (análisis del Ciclo de Vida, Huellas Ambientales, Sostenibilidad de productos y sistemas complejos, etc.) como en el desarrollo e introducción de prácticas y tecnologías innovadoras para el fomento de la eficiencia de recursos y energía en nuestra industria y en nuestras ciudades (y edificios), así como en el desarrollo de iniciativas industriales de reutilización y valorización de materiales y subproductos.
Aprovechemos esta experiencia para cambiar y hacer una transición hacia un nuevo modelo de entender el desarrollo: La ECONOMÍA CIRCULAR.
No dejemos pasar este tren: ¡Apostemos fuerte y vayamos a por ello!