“Sí, pero nuestro negocio es totalmente diferente al del software”. Bueno, pues no tanto.
La mayoría de los procesos de la organización funcionan sobre software. La forma de relacionarse y prestar servicios con sus clientes se realiza sobre plataformas cada vez más digitales y no me extrañaría que si fabricara algún tipo de producto, pronto lleve éste algún chip, si no lo lleva ya. Su negocio es cada vez más un negocio de software, aunque fabrique envases, sillas o cualquier otro producto con “átomos”, con materia.
La gestión del negocio la realizará probablemente con algunos paquetes software. La inteligencia se realizará analizando datos, muchos datos. Sus catálogos serán electrónicos y los distribuirá por internet. Sus productos y servicios los conocerán sus clientes a través de las redes sociales. El diseño del producto será antes digital que real. La fabricación estará automatizada. Y aunque se estará preguntando para qué va a necesitar el envase un chip, los acabará llevando, posiblemente con sensores e identificadores por radiofrecuencia. Trenes, autobuses, ascensores, contadores, cerraduras, llaves, tarjetas y hasta cepillos de dientes ya han incorporado la electrónica (y el software), por poner algunos ejemplos de productos que hasta hace poco no lo habían hecho. No hay motivo para pensar que no vaya a ocurrir lo mismo para casi cualquier objeto en el futuro.
Independientemente del sector, su negocio será muy probablemente cada vez más un negocio de software.
Muchas veces me preguntan desde ámbitos de todo tipo cómo poder aprovechar el potencial de este mundo digital en sus negocios o qué pasos habría que dar, por dónde empezar, qué nuevo conocimiento se necesita y cómo incorporarlo. Esto del software, o las TIC –Tecnologías de la Información y de la Comunicación es algo bastante amplio. Suenan demasiados términos: la nube (cloud), big data, ciberseguridad, sensórica, movilidad, wearables, internet de las cosas, cyber physical systems... un buen conjunto de nombres que apabullan y que para colmo, en poco tiempo pasan de moda y son sustituidos por otros nuevos. Hay además una cierta tentación de pensar que se pueden incorporar con relativa facilidad, como si fueran parches curativos. Se compra o se transfiere la tecnología y, a corto plazo, se atenúan los efectos. Pero no se aborda el problema de fondo y a largo plazo resulta en un costoso error.
La mejor fórmula, acaso la única que realmente puede funcionar con alguna garantía, es poniendo personas nativas digitales al frente de la transformación empresarial. De ahí vendrá el resto. Es una condición, una inversión necesaria diría, aunque no suficiente para moverse en la dirección correcta. Se requiere realmente un buen cambio de mentalidad, en parte para entender y capturar la esencia de estas tecnologías tan cambiantes y en buena parte también, para incorporar la cultura organizativa que haga posible aprovecharlas hoy y también mañana –los ciclos son cada vez más cortos.
Con estas tecnologías generaremos máquinas o productos más “smart” como se dice ahora. Eso ya es un gran paso. Pero, ¿se imaginan cómo gestionar una empresa que comercializa máquinas que se actualizan remotamente varias veces al día, cada una de diferente manera o que proporcionan servicios y apps de todo tipo, que ni siquiera son propios y ni se habían imaginado, cuando las máquinas fueron entregadas?
Esta transformación cultural es el paso más importante para que tanto los conocimientos como las prácticas de gestión típicamente desarrolladas en el mundo del software se apliquen al negocio. Los negocios están ahora necesitados urgentemente de poner en el mercado productos inteligentes y de proporcionar servicios a sus clientes a través de unos medios digitales que les son poco familiares.
El auténtico motor, lo que hará que la mayoría de los negocios prosperen en el siglo XXI es sobre todo el software y su cultura asociada. Por eso debe pensar en términos de un negocio digital. Habrá quien mueva la cabeza dudándolo. Pero si miramos qué industrias ocupan las posiciones de cabeza, especialmente las creadas en los últimos 20 años se constata que son precisamente aquellas que mejor han desarrollado las habilidades en software y más profundamente conocen las aplicaciones a sus procesos, productos y servicios.
A los eBay, Google, Facebook o Amazon les están siguiendo los Tesla, Uber, Airbnb o PayPal y otros vendrán después. O hacemos un decidido esfuerzo por cambiar, dominar y potenciar estas disciplinas o, iremos progresivamente ocupando las posiciones traseras hasta que tarde o temprano nos quedemos obsoletos o seamos irrelevantes. Así de simple.