¡Cuidado! ¡La inteligencia artificial está siendo atacada! Aunque, a decir verdad, seguramente no tengamos que estar alarmados por ello. El mundo de la IA ha estado constantemente sometido a la mirada crítica desde los albores de su existencia.
Desde que el denominado “padre de la inteligencia artificial”, Alan Turing, estableció las primeras bases de lo que hoy en día conocemos como IA, la comunidad científica a su alrededor creció prácticamente al mismo ritmo que la comunidad de escépticos.
Podemos encontrar muchísimos ejemplos de esta afirmación, y todo ello sin tener que ahondar en círculos académicos o científicos. La propia cultura popular está repleta de puñaladas hacia este campo que tanto nos gusta. El propio Isaac Asimov en sus maravillosos relatos de ciencia ficción dejaba entrever, ya en los años 50, cómo el campo de la robótica (eternamente ligado a la IA) era un arma de doble filo. Incluso músicos de renombre se han atrevido a “aportar” a esta tendencia crítica.
El grupo de rock progresivo Alan Parsons Project publicó en 1977 el disco pseudo-apocalíptico I Robot en el que soltaba perlas como que la humanidad estaba condenada al declive debido a que el ser humano trató de crear el robot a su propia imagen. En fin… ni de los buenos músicos podemos fiarnos.
Posiblemente más hirientes son las criticas recientes, vertidas por auténticos gigantes de la tecnología y la ciencia. Elon Musk se ha convertido en uno de los adalides de este ejército de detractores. Ya en 2014 realizó unas estupendas declaraciones en las que decía que con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio. Puede ser más peligrosa que las armas nucleares… me lo imagino llevando a cabo innumerables ritos satánicos en su casa para convocar a Belcebú, y que le echase un cable en iniciativas como Neuralink, en las que la IA es un factor fundamental. También supongo que hizo un pacto con el demonio a la hora de crear OpenAI, una compañía sin ánimo de lucro que tiene como objetivo promover y desarrollar inteligencia artificial amigable.
Un científico especialmente activo en sus críticas a la IA fue Stephen Hawking (… este me dolió especialmente…). Durante sus últimos años, el que probablemente sea uno de los mejores científicos que hemos visto en vida se despachó a gusto con el campo de la inteligencia artificial en numerables ocasiones. Decía que la IA podría significar el fin de la raza humana. Como podéis comprobar, no existen filtros ni límites a la hora de criticar a la IA, cualquier declaración tiene cabida, y cuanto más horrísona sea ¡mejor!
Bill Gates, por otro lado, es un ejemplo de persona que se ha mostrado comedida en este sentido. Siempre ha valorado los dos filos de la espada, incluso ha reconocido que, si pudiera retroceder en el tiempo, fundaría una compañía de inteligencia artificial. También se ha mostrado prudentemente preocupado por el avance de la inteligencia artificial, declarando que al principio las máquinas serán capaces de hacer un montón de trabajos para nosotros sin ser muy inteligentes. Eso puede resultar positivo si conseguimos gestionarlo bien. Décadas después, la inteligencia será tan fuerte que supondrá una amenaza. Lo cierto es que razón no le falta…
Bueno… entonces nosotros, simples trabajadores de un centro tecnológico. ¿Qué podemos hacer? ¿Cerramos la persiana y echamos el CV en otros sectores menos malignos? En fin… personalmente no siento que tenga el estatus necesario como para llevar la contraria a estos titanes de la tecnología, así como a muchos otros que no he mencionado en esta breve entrada, pero tranquilos, que no cunda el pánico.
Haciendo un símil, la IA podría compararse con un cuchillo. Con buenas intenciones puede ser usado para ayudarnos a preparar un plato de cocina exquisito, aunque con malas intenciones… la historia cambia completamente. Es decir, la IA en buenas manos es una herramienta magnífica con la que pueden realizarse tareas realmente significativas.
Un ejemplo perfecto, y muy actual, son los drones. Un dron puede ser utilizado para repartos de medicinas y mercancías, o incluso para labores de rescate tras grandes catástrofes. Por el contrario, los drones pueden ser empleados con fines bélicos, llegando a desarrollar funcionalidades realmente escalofriantes.
Es evidente que los riesgos existen, nadie puede negar esto, aunque es igual de cierto que son infinidad las ventajas que la IA nos aporta. En cualquier caso, a este campo le espera un futuro realmente brillante, continuando su irrupción en todas las actividades cotidianas y ayudándonos en nuestro día a día a hacer las cosas de una manera más eficiente y optimizada. Mientras tanto, nuestro papel debería ceñirse únicamente a hacer un uso responsable de la inteligencia artificial, e intentar disfrutarla en su máximo esplendor.