Corren tiempos turbulentos. De incertidumbre. El mañana es una interrogante aún sin respuesta. Frente a él, las personas, las organizaciones nos encontramos ante una necesidad imperiosa de reaccionar. Dos son, con seguridad, los anclajes que nos permiten una mínima estabilidad en un viaje tan azaroso: la certeza en el destino y la confianza en nuestro protagonismo. TECNALIA ha acometido un hondo proceso de reflexión para definir y tomar conciencia de lo que esto supone hoy.
En un estudio, a la pregunta ¿mi vida está determinada por mis propias acciones y no por las acciones de los demás o la suerte? El 72% de los norteamericanos contestan “sí”; creen que ellos determinarán su futuro. Solo, el 17% de los españoles afirma lo mismo (Eurobarómetro 2010).
No existe nada más paralizante, más aniquilador que pensar que nuestro destino depende de otros. No queda espacio para la iniciativa, no queda lugar para creer ni para crear. Pero si observamos, vemos que en igualdad de contextos, en igualdad de circunstancias hay organizaciones, empresas que desempeñan mejor su cometido. Es su decidida voluntad de tomar las riendas de su propio destino la que las hace distintas. La que les permite crecer. Soy un firme creyente de que la principal característica de los seres humanos es su capacidad de elección, de emprender, de ejercer la libertad siendo responsable de lo que se hace con ella. Y esa es la primera declaración que nos gustaría proclamar desde TECNALIA; nos sentimos actores, protagonistas del futuro. Queremos ayudar no solo a imaginarlo, sino a construirlo.
Y una vez decididos a emprender un viaje, surgen las preguntas habituales: por qué camino, con qué equipaje, con qué compañeros, a qué ritmo, a dónde... Preguntas necesarias que requieren respuestas. Sin embargo, sólo una de esas cuestiones es realmente fundamental. ¿A dónde vamos? ¿Cuál es nuestro destino? Todo lo demás es secundario, alterable, mudable. De hecho, ¡así debe serlo!
Es esa capacidad de adaptarnos lo que nos permitirá sobrevivir a las circunstancias que vayan surgiendo. Por eso, lo esencial es tener claro la certeza en el destino. Es curioso que solo a los niños se les pregunte qué quieren ser de mayores. ¿Tenemos los adultos la respuesta a esa pregunta? ¿Tenemos las empresas respuesta a esa pregunta? Esta misma cuestión tiene diversas maneras de ser formulada: ¿qué voy a proponer a mis clientes en 2020? ¿qué voy a vender en 2025? ¿por qué razón exacta mis clientes me preferirán a mí frente a la competencia? ¿tenemos respuesta a esto?
TECNALIA ha desarrollado un ejercicio sobre estrategia, sobre eso que se puede denominar destino, abierto a todos nuestros grupos de interés durante la segunda mitad de 2015. Un proceso abierto que ha definido una visión de un centro de investigación caracterizado por su capacidad de generar impacto, por su contribución a la transformación de la industria. Una organización con foco local, pero presencia global. Orientada al cliente. Obsesionada por ser una referencia internacional en los mecanismos y resultados de la transferencia de tecnología a la empresa. Una organización de personas que crecen a la vez que lo hace TECNALIA. Y todo ello merced a un modelo sostenible.
Hoy en día, los ecosistemas de ciencia, tecnología e innovación se encuentran ante un desafío que si bien siempre ha existido, hoy es acuciante; ser relevantes. En estos momentos hay más científicos y tecnólogos vivos que todos los que han existido nunca antes. La competencia es grande y global. Si algo nos ha enseñado esta crisis es que la vulnerabilidad es menor para aquellas empresas que son capaces de concebir e industrializar productos y/o servicios innovadores, con un valor diferencial. Empresas capaces de especializarse y diferenciarse.
Como dice Martin Wolf, el economista jefe del Financial Times (agosto 2013): “la calidad de vida depende del crecimiento y del valor aportado per cápita; el crecimiento depende de la innovación, pero, ¿de qué depende la innovación? La innovación depende de la voluntad de emprender, de tomar riesgos, tanto desde la iniciativa privada como desde la pública”. Por ello, las regiones del mundo que mejores resultados obtienen en términos de innovación-crecimiento –calidad de vida, se caracterizan por tener ecosistemas sólidos, con gobernanzas compartidas, con intensa iniciativa emprendedora privada y pública (allí donde los riesgos son mayores), con cadenas de valor conectadas, eficaces y eficientes. ¡Con incentivos claros y métricas compartidas! Con modelos sostenidos en el tiempo.
Por lo tanto, y con la vista puesta en estas premisas, TECNALIA quiere poner a disposición de ese ecosistema no solo su capacidad de hacer, también su capacidad de relación, de orquestación. Queremos contribuir a que ese círculo virtuoso de la innovación y la calidad de vida se pueda dibujar con naturalidad. Queremos que más empresas se unan a él. Y queremos ser relevantes en ese proceso. Queremos colaborar con las empresas a buscar respuestas a esa pregunta de ¿qué voy a proponer a mis clientes en 2020? En resumen, queremos, necesitamos y buscamos impacto. Un impacto en la cuenta de resultados de nuestras empresas cliente. Solo eso justifica nuestra existencia de TECNALIA.
José María Guibert nos lo recordaba en su conferencia inaugural de la Semana de la Ciencia al traer a colación a Max Weber y su Ética de la Responsabilidad. Queremos que gracias a nuestra investigación pasen cosas. Una investigación con consecuencias y resultados visibles y beneficiosos para la sociedad.
Otra de las lecciones fundamentales de la crisis es que ha llegado la hora de la economía real. Hemos consumido demasiado tiempo y energía en estos ocho años hablando de tipos de interés y prima de riesgo. Es hora de trascender el debate financiero y macroeconómico y hablar de economía real: hablemos pues de la actividad en la que las empresas invierten en tecnología e infraestructuras para producir y vender productos y servicios y, hablemos también, de las condiciones económicas micro en las que lo hacen.
Eso es otra vez lo esencial, la pregunta de verdad. Y ahí es donde TECNALIA quiere colaborar. Lo tenemos claro. La certeza en el destino es compartida. Y la voluntad de ser actores de ese futuro compartido, también.