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¿Sabéis en qué se parecen una Panthera Leo Atrox y un Megatherium?

14 de Julio de 2015
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Los dos están especialmente dotados para la vida salvaje. El Megatherium es un perezoso que puede alcanzar los seis metros de altura, lo que le permite alcanzar ramitas y comida a los que otros animales no pueden acceder. La Panthera Leo Atrox por su parte, es probablemente el felino con el cerebro más grande, algo que le permite desarrollar complejas tácticas de caza en manada. Pero también tienen otra cosa en común: los dos se han extinguido. Y es que a veces ser el más alto, el más guapo o el más fuerte no es suficiente para garantizar la supervivencia. Hace falta algo más.

Ya lo dijo Charles Darwin: no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio”. Pero la verdad es que nosotros, como el Megatherium y la Panthera no somos animales especialmente amantes de los cambios. Y la mala noticia es que vivimos  en una época en la que el cambio parece ser la única constante.

Mirad a vuestro alrededor: de la noche a la mañana el mundo se ha llenado de máquinas inteligentes y de abuelitos hiperactivos. Las primeras invaden nuestras empresas, nuestros hogares, nuestros medios de transporte, nuestras formas de comunicarnos; los segundos vienen cargados de demandas nuevas y de nuevas oportunidades. Cada vez vivimos más y queremos vivir lo mejor posible. Pero además nos invaden los datos, millones de datos chivatos que revelan qué comemos, qué compramos, a dónde viajamos, a quién queremos, qué odiamos, por dónde nos movemos, cómo nos movemos. Ahora nos felicitamos el cumpleaños por Whatsapp, decidimos nuestro hotel con Tripadvisor, compramos la ropa en Zalando y conversamos por Skype con personas que viven a miles de kilómetros. Internet of things, big data, social media, son palabras que forman parte de nuestra vida, que cambian nuestra forma de aportar valor, de organizarnos, de colaborar. Decir que las cosas han cambiado es quedarse corto. En los últimos veinte años el mundo se ha vuelto del revés.

Ahora os hago otra pregunta: ¿Y nosotros?, ¿cómo hemos cambiado nosotros en este tiempo? Las universidades, los centros tecnológicos, los centros de investigación ¿nos hemos vuelto de revés?, ¿alguien nos reconocería si nos mirara desde 1990?

Que levante la mano el agente del sistema de ciencia y tecnología que use big data para la toma de decisiones estratégicas. Que levante la mano el agente del sistema que haya cambiado radicalmente su modelo de organización. Que levante la mano el agente que tenga más del 70% de sus empleados trabajando fuera del espacio físico de su edificio. Que levante la mano el agente que analice su proyección exterior y la opinión que sobre él tienen sus clientes en las redes sociales. Que levante la mano el agente dentro del cual se oyen simultáneamente y en la misma proporción al menos cuatro idiomas distintos.

Para ser sinceros, no hemos cambiado tanto. Además, en los últimos tiempos la falta de flexibilidad, la parálisis ante el cambio nos ha llevado a enredarnos en debates frustrantes: ¿tenemos que apostar por la ciencia básica o por la investigación aplicada?, ¿los agentes tecnológicos tienen que hacer asesoría tecnológica?, ¿los centros de investigación tienen que desarrollar capacidades para la explotación de resultados? Y a menudo hemos cometido el peor de los errores: tratar de justificar nuestra existencia poniendo en duda la necesidad de que los demás existan.

El núcleo del sistema vasco de ciencia y tecnología lo formamos los agentes de la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación (RVCTI). Somos la oferta de investigación y conocimiento avanzado que busca responder a las necesidades de las empresas y de la sociedad y, en este sentido, tenemos una triple responsabilidad: entender sus necesidades, contestar a sus preguntas y plantearnos nuevas preguntas que nadie nos ha hecho y que abren caminos aún no explorados. Y la verdad es que no podemos hacer nada de esto con propiedad si no somos, nosotros mismos, los principales adalides del cambio.

En esta línea de impulsar el cambio dentro del sistema vasco, el nuevo Decreto del Gobierno Vasco, que regula y actualiza la composición de la Red Vasca de ciencia, Tecnología e Innovación busca posicionar a cada agente de la Red en términos de excelencia, especialización y situación en la cadena de valor de la I+D+i con el fin de incrementar la eficiencia y la capacidad de la Red para acompañar a las empresas y a la sociedad a través del nuevo escenario cambiante. Básicamente trata de organizar qué hacemos (actividad y especialización), con quién lo hacemos (modelo de relaciones) y en qué medida lo estamos haciendo bien (excelencia).

Sobre la idoneidad o no de este Decreto hay opiniones diversas. Todavía está por inventar la medida que resuelva todos los problemas, pero probablemente este Decreto es un buen comienzo, un primer paso que establece las reglas de juego para que podamos movernos sobre el tablero de otra forma. El problema es que el Decreto se focaliza mucho en organizar, clasificar y categorizar, y un poco menos en fomentar la transversalidad, la flexibilidad y el cambio.

Desde hace varios años estamos manejando el concepto de “personas en forma de T”[1] para referirnos a los profesionales que combinan su conocimiento especializado (barra vertical) con capacidades transversales que facilitan la innovación y la conversión de esas capacidades en resultados. Se trata de combinar en un mismo perfil competencias técnicas, relacionales y emocionales.

Siguiendo la analogía, el Decreto focaliza de una manera muy clara a la Red hacia la especialización en una serie de competencias técnicas alineadas con las apuestas de la Estrategia de Especialización Inteligente (fabricación avanzada, energía, biociencias y salud). Por otro lado, también se refleja un intento claro de mejorar las competencias relacionales de la red actual a través de la medida de indicadores de transferencia al mercado, colaboración entre agentes y colaboración internacional. En otras palabras, nos pide que crezcamos para llegar a las ramitas más altas y que tengamos el cerebro más grande para optimizar nuestras capacidades de caza. Pero la evolución nos ha demostrado que con esto no es suficiente.

¿Qué pasa con las competencias emocionales? A un profesional del futuro le pedimos que sea empático, que sepa trabajar en distintos entornos culturales, que visualice los resultados, que sepa colaborar, que tenga habilidades para resolver conflictos de forma satisfactoria.

Este es por tanto el siguiente paso: que la Red desarrolle las competencias emocionales que le permitan pilotar al tejido empresarial y a la sociedad vasca a las más altas cotas de competitividad. El Decreto es un papel, y el papel lo aguanta todo. Pero ¿cómo definiremos la fina línea entre ciencia básica e investigación precompetitiva?, ¿y ente la precompetitiva y la aplicada?, ¿cómo solventaremos los solapes naturales entre los agentes?, ¿cómo reaccionaremos a medida que el Decreto se vaya quedando obsoleto ante los nuevos cambios?, ¿cómo fusionaremos actividades que van naturalmente juntas pero que ahora las hacen agentes distintos? Con flexibilidad, con organizaciones ágiles capaces de responder rápidamente a los estímulos del entorno,  con una cultura que no penalice los fracasos, con nuevos incentivos de imagen, de posicionamiento y de reconocimiento exterior, con capacidad de convertirnos en laboratorios vivos de tecnología e innovaciones. Entendiendo que juntos, ganamos todos. Con audacia. Con una Red técnicamente excelente, emocionalmente inteligente y perfectamente integrada.

[1] David Guest, “The hunt is on for the Renaissance Man of computing,” The Independent (London), September 17, 1991

Eva Arrilucea Solachi

SOBRE EL AUTOR

Eva Arrilucea Solachi

Doctora en Economía por la Universidad del País Vasco, Experta en Dirección de Negocio y Tecnología por la Deusto Business School (UD) y Miembro de la Junta Rectora de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Eva Arrilucea tiene una trayectoria de más de 15 años como experta senior en el asesoramiento estratégico a administraciones públicas de Europa, África y América Latina.

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Autor:Eva Arrilucea Solachi
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