En el año 3800 a.c. la ciudad de Ur, en la antigua Mesopotamia, contaba con más de 80.000 habitantes. No tenemos evidencias de cómo se gestionaban las necesidades y la habitabilidad de semejante volumen de población en aquella época, pero podemos fácilmente imaginar que existiría una relación muy estrecha con la naturaleza, cuando menos amable.
Y es que desde Hipodamo de Mileto (498 a 408 a.c.) considerado el padre del urbanismo, hasta arquitectos como Norman Foster, representante de la arquitectura sostenible del siglo XXI, la historia de las ciudades es la historia de la relación del ser humano con su entorno, bien es cierto que no siempre con éxito.
Casi dos tercios de la población mundial actual habitan en entornos urbanos. Un tercio en la Unión Europea, con un incremento estimado del 82 % para el año 2050, lo que se traduce en unos 36 millones de nuevos ciudadanos europeos.
En este escenario de crecimiento demográfico, en ocasiones con escasa disponibilidad de suelo y presupuestos municipales limitados, son cada vez más complejos los desafíos a los que han de enfrentarse las ciudades: la gestión del suelo, los residuos y la energía, la disponibilidad y mejora de la calidad del agua y del aire, la reducción de la contaminación acústica, la gestión de la movilidad, la creación de oportunidades económicas y puestos de trabajo, la puesta en valor de espacios baldíos, la agricultura urbana... Todo ello encaminado a la salud y al bienestar de una sociedad progresivamente más inclusiva, justa y equitativa así como con una necesidad más apremiante de adaptación y resistencia a los efectos del cambio climático.
¿Y si la respuesta a estos retos, continuamente más complejos, está en una planificación y diseño urbano que permita a la naturaleza reconquistar la ciudad? ¿Y si la naturaleza puede ayudarnos a hacer sencillo lo complejo?
A nivel internacional está tomando fuerza el concepto de soluciones basadas en la naturaleza, o soluciones naturales entendidas como intervenciones en los edificios, en el espacio público o en los servicios urbanos. Estas soluciones utilizan los ecosistemas naturales, incorporan elementos inspirados en la naturaleza o en sus procesos para, como propone la Comisión Europea, “ayudar a la sociedad a afrontar retos ambientales, económicos y sociales de una manera sostenible” y económicamente rentable.
Se apuesta además por intervenciones que no renuncien a las nuevas tecnologías sino que, por el contrario, innoven favoreciendo una participación activa de los ciudadanos tanto en el diseño como en la gestión de la ciudad, acorde al concepto de las smart cities (ciudades inteligentes). Numerosas ciudades implementan programas de renaturalización urbana como vía para una gestión más responsable y eficiente de los retos actuales incluida su adaptación al cambio climático.
París es pionera con la definición de su “Estrategia de Reverdecimiento de París” y su emblemático Coulée verte René-Dumont, un parque lineal de 4.7 km inaugurado en 1993. Inspiró al también emblemático High line de Nueva York, otro parque lineal de 2.3 km en el distrito de Manhattan, concebido como una pasarela verde elevada sobre los raíles de una antigua vía ferroviaria. Ha tenido un impacto muy favorable en el proceso de regeneración urbana, en la cohesión social, en la mejora de la accesibilidad y de la calidad de vida.
Copenhague se ha convertido en una de las primeras ciudades en desarrollar una política de despliegue de “cubiertas verdes” para todos los nuevos desarrollos en 2025 (cubiertas de < 30 grados de inclinación) reconociendo la capacidad de estas para regular la temperatura de los edificios evitando la pérdida de calor en invierno y enfriándolos en verano. Esto se traduce en una reducción de un 10 % en su consumo de energía y su capacidad para absorber hasta un 80 % del agua de lluvia reduciendo así el riesgo de inundación por saturación de las redes de drenaje. Las cubiertas verdes se convierten además en lugares de encuentro y socialización y contribuyen a la mejora de la biodiversidad.
Rotterdam ofrece un ejemplo sumamente interesante con sus “plazas de agua” que se inundan de forma controlada en periodos de lluvias intensas, evitando el riesgo de inundación en otras zonas de la ciudad y convirtiéndose además en espacios públicos de calidad, de encuentro y recreo.
En España, a principios de los años 90, Vitoria-Gasteiz inició un ambicioso proyecto de restauración y recuperación de las zonas periféricas de la ciudad, tanto desde el punto de vista ambiental como social, creando un “cinturón verde”: un conjunto de parques periurbanos de alto valor ecológico y paisajístico vinculados estratégicamente por medio de corredores eco-recreativos. Su “estrategia de infraestructura verde urbana” es ahora referente para muchas ciudades a nivel internacional.
Recientemente Madrid ha presentado la iniciativa Madrid + Natural con una propuesta de soluciones naturales donde las pequeñas intervenciones de acupuntura urbana como cubiertas y fachadas vegetales, reverdecimiento de plazas o arbolado en calles conectan con un sistema de infraestructuras verdes y azules que enlaza espacio público, parques y huertas urbanas con los grandes espacios verdes y elementos naturales propios de Madrid. Contribuyen de esta manera a la resiliencia de la ciudad frente al cambio climático.
Donostia-San Sebastián se ha sumado también a la tendencia de renaturalización incorporando un mapa de soluciones naturales en su proceso de elaboración del Plan de Adaptación al Cambio Climático de la ciudad. Se publicará próximamente.
Asómate a la ventana...
Verás que la respuesta para hacer frente al cambio global puede ser verde.