Cuando visitamos ciudades y caminamos por sus cascos históricos, a menudo nos asombran las proezas conseguidas con los medios de la época en la que fueron construidos. He visitado grandes maravillas. A bote pronto se me ocurre la fortaleza ceremonial inca de Sacsayhuamán que me dejó francamente impresionada. Más cerquita y haciendo honor a mi ascendencia, la catedral de Burgos, uno de los ejemplos por antonomasia del gótico clásico español.
Sin embargo, hay otras muchas ciudades que debido a su juventud y corta historia cuentan con un casco histórico poco predominante o a veces, inexistente en el conjunto de la ciudad pero, en contraposición, permiten divisar multitud de edificios modernos, muchos de ellos totalmente acristalados, que dejan boquiabiertos a quienes los contemplan. El estandarte más claro y popular en los medios es la gran manzana de Nueva York.
Si miramos las ventanas de nuestras casas veremos colocado, en el mejor de los casos, un doble acristalamiento formado por dos hojas de vidrio de 4 mm y una cámara de aire de 16 mm. Si indagamos sobre la repercusión del coste del vidrio sobre el coste total de la ventana descubriremos, con sorpresa, que no superará el 15%. ¡Conclusión: el vidrio es barato!
No sucede lo mismo cuando a lo que nos enfrentamos es a un proyecto emblemático donde los acristalamientos, además de cumplir su función de aislamiento térmico, aislamiento acústico, control solar o de seguridad de uso, tienen un marcado carácter estético. Un proyecto relativamente antiguo: la tienda de Prada en Tokio su coste fue de unos 83 millones de dólares en 2003. En este tipo de iniciativas singulares se puede hablar fácilmente de un coste de unos 6.000 € por cada vidrio.
El objetivo de este artículo es dar pinceladas sobre los distintos tipos de vidrio y algunas de las prestaciones inherentes a su naturaleza desde la perspectiva de quien los ensaya, y no tiene que venderlos.
Mi día a día se centra en verificar qué propiedades cumplen los acristalamientos de los edificios o si se ha hecho una elección adecuada de los mismos. Cuando contemplo grandes proyectos donde la envolvente del edificio se compone de vidrio su belleza no es precisamente lo primero que capta mi atención. Mis primeros pensamientos van por otros derroteros: ¿habrán colocado la composición adecuada para el uso que tiene? , ¿estará correctamente fijado?
Los vidrios más comunes pueden ser:
- sencillos y sin tratamiento, vidrios recocidos
- de capa: sobre la hoja de vidrio se deposita una capa de óxidos metálicos para modificar sus propiedades ópticas.
- laminados: dos hojas de vidrio o más adheridas con un polímero para tener una prestación de resistencia al uso, una mayor resistencia mecánica o una prestación de seguridad de bienes.
- vidrio templado térmica o químicamente o termoendurecido, vidrio con un tratamiento térmico o químico para obtener una mayor resistencia mecánica
- vidrio serigrafiado con multitud de aplicaciones: estéticas, de control solar, en vidrios pisables la prestación “antirresbalón”
A partir de ahí existen infinitas posibilidades en el diseño de dobles o triples acristalamientos. No existe el vidrio perfecto. Cada proyecto tiene su acristalamiento apropiado. ¡He aquí la clave!
Cuántas veces he oído la expresión tan generalizada “¡pero si hemos utilizado un vidrio templado porque tiene una rotura segura!”. Cierto, pero hay que pensar en el vidrio como un elemento global con diferentes prestaciones y cómo no, con sus inconvenientes.
Todos contienen impurezas que son debidas principalmente a las materias primas usadas. Una de esas impurezas es el sulfuro de níquel. No es un componente añadido intencionadamente a la mezcla de vidrio pero ambos elementos pueden aparecer y combinarse. Si la inclusión de sulfuro de níquel está en un vidrio recocido, esta no tiene mayor importancia. Pero si se encuentra en un vidrio templado térmicamente o termoendurecido puede producirse la rotura espontánea del vidrio. Este fenómeno está ampliamente documentado y estudiado pero es un gran desconocido para los técnicos en general.
A baja temperatura, el sulfuro de níquel se presenta en la fase conocida con el nombre de milerita, bNiS, que es la forma romboédrica estable a estas temperaturas. En cambio, cuando un vidrio recocido es recalentado durante un proceso de temple térmico o termoendurecido, la inclusión pasa a la variedad hexagonal del sulfuro de níquel de alta temperatura, con estructura de niquelina, aNiS. Cuando se produce el enfriamiento rápido del vidrio para provocar el aumento de su resistencia superficial, objetivo de este tipo de tratamientos, la inclusión no tiene tiempo suficiente para revertir el paso de la fase a a la fase b y queda en la primera. Una vez instalados los vidrios con la inclusión de sulfuro de níquel en fase a pueden romperse de forma espontánea debido a las enormes tensiones mecánicas que se generan alrededor de la inclusión.
Tal y como indica la palabra espontánea no se puede predecir cuándo se va a producir la rotura. No todas las inclusiones de sulfuro de níquel provocan fallo, existe una dependencia con su situación en el vidrio y su tamaño. Las inclusiones debidas al sulfuro de níquel son muy difíciles de detectar a causa de su pequeño tamaño, entre 100 y 500 μm. Pero cuando se produce la rotura esta tiene un patrón determinado que permite identificar si la causa de la rotura es sulfuro de níquel o no aunque para ello el vidrio tiene que permanecer intacto. Algo complicado en un vidrio que se rompe en añicos, característica de los vidrios templados térmicamente.
En este punto pensarás: ¡no quiero vidrio templado térmicamente! Pues no, ya que como he mencionado anteriormente, cada aplicación tiene un vidrio adecuado. Por ejemplo, en las pasarelas de la terminal T4 del aeropuerto Adolfo Suárez el vidrio que se pisa (ese transitado por miles de personas al día) tiene vidrio templado, o las mamparas de ducha de nuestras casas si son de vidrio lo más habitual es que sean también de vidrio templado.
No podemos pretender saber de todo, ni dar por válidas opiniones generalizadas, ni dejarnos guiar exclusivamente por el precio, ya que no siempre lo caro es mejor ni lo más barato lo peor. Simplemente se trata de escoger la solución adecuada para cada uso.
Los edificios son elementos complejos y con multitud de aspectos. Lo idóneo es recurrir a los técnicos especialistas correspondientes para obtener soluciones apropiadas.